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Caminé horas por un pueblo sin más vivos que la propia vida latente en sus senderos;
buscaba un río metafísico donde ahogarte,
donde nadar sin tiempo ni razón
y todo lo que hallé fue:
un riachuelo sin nombre ni mapa que relucía como un cuchillo entre las piedras
un oasis de hierbas y florecillas silvestres
una estrella roja y separada de las otras, altiva y distante
un puñado de mariposas y abejas insolentes
un hospital a medio terminar
una esperanza muerta sobre un cerro
un silencio que me hizo eco en las entrañas
un aire frío que respiré con todo el cuerpo
un agua tibia que me limpió las decepciones
unas piedras que me golpearon los pies y me levantaron
un tiempo suspendido en sí mismo, interminable
una luna vanidosa chorreando por la noche.


Fui a buscar un río metafísico donde hundirte y olvidarte
y hallé mi propia orilla, mi rescate.