La mano muda...

La mano muda, trémula, dudosa
traductora de la oscuridad que habita mi piel y mis venas
la soledad de un domingo anocheciente
la noche que despierta y abraza.

Hundo los ojos en el aire
la mirada retrocede, vertiginosa y franca,
atravesando un pasado irrecordable
burlando la línea del tiempo.

No me reconozco en el despertar de los días
no me encuentro en los gestos ni sonrisas amables
ni me dan escalofríos las lágrimas ajenas,
desconfío del pasado que me puso trampas
desconfío de la inocencia, desconfío de la bondad
desconfío de la adolescencia enamorada y bruta.

La mujer que sí conozco perdió su lengua y su morada
libre de la mano de su madre,
hoy me mira con una mueca de asco.


Una voz en préstamo, una letra traducida
dibujada en la primera humedad de la tierra
soy esa estrella descolgada, muerta de tanto brillar,
soy la costilla de Lucy y el pecado de Eva
la ola que rompe, se desarma, se reintegra
en palabras que mueren y nacen
repetidamente
salpicando el silencio
pariendo la vida en intervalos.