Otra arte poética

No escribí
Porque no hallé esa palabra impúdica que me llena la lengua de gangrena
Por no poder dar relieve a esa palabra hundida en las yemas de los dedos
No escribí porque no me salió como un grito de las entrañas perdidas de Bukowski
Ni la pude inventar como Cortázar
Ni la pude adorar como Gabriela
Ni la pude entender como Borges
Ni me pudo doler como a Lihn.

No escribí
porque a mí la palabra me rehúye letra a letra hasta estrellarme contra la vida
hasta desintegrarme en el dolor de no saber decir qué se ama cuando se ama o qué se muere cuando se muere
hasta situarme en las escaleras decadentes de los puertos y los mercados en que Gonzalo Rojas perdió su juventud y las caderas de una meretriz,
hasta que la vida se encienda y me queme y me obligue a crearme de nuevo.

No escribí
porque esa palabra testaruda que late en todas partes menos en mi corazón
espera el crepitar del fuego de los románticos y los postmodernos,
espera la inmensidad que no da abasto y me retuerce las vísceras
mientras yo, la cobarde
sobre el pasto
me convenzo de que la vida sólo pasa allá afuera.





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