En la noche callada
te busco sin hablarte
porque el
cuerpo habla y se calla el amor
mi cuerpo sabe
hablarte:
te susurra en
fluidos
te grita en contracciones,
en espasmos
te canta en
sacudidas con mis caderas anchas.
Yo no puedo.
Me borro.
Sólo mi cuerpo
puede mostrarte el deseo inabarcable
para el que la
razón no tiene una palabra.
Hay un lugar
entre tu cuerpo y el mío
donde la oscuridad
y desnudez convergen
donde el
tiempo no es lineal
y es desgarrado
por rasguños
por
mordiscos, besos y penetraciones
que nos golpean
la piel como el granizo golpea los techos.
Mis sentidos
despiertan y se intercambian:
te toco con
la lengua,
te miro con
las manos,
te escucho
con el rabillo del ojo
y en cada
célula palpita un corazón.
Mi boca
hambrienta te posee;
escurres, tibio, por mi garganta,
escurres, tibio, por mi garganta,
por mis pechos,
mis costillas, mi vientre húmedo,
te quedas
latiendo entre mis piernas temblorosas
y el deseo
se muere y desmuere gota a gota.