El lenguaje, como una madeja enredada...

El lenguaje, como una madeja enredada
donde cuesta dar con una hebra para desenmarañar
tal como cuando la memoria se vuelve parcial
y recuerda un rostro pero no un nombre
o un nombre quizás;
el primer balbuceo se hace indescifrable,
y hay que escarbar en una zona oscura
entre la frente y el pecho.
Invento una palabra
para decir lo indecible.

Busco una palabra que se desprenda de mi ADN,
Busco, pienso y no encuentro más que silencio.
El diccionario se empequeñece
el mundo es un diccionario de significados vírgenes
que se escriben y reescriben con el tiempo,
con el andar de todo lo que palpita al compás de la vida.

Pierdo mi herencia de mentiras y verdades aprendidas
y ya no miro más al profesor o al poeta,
porque las cosas y los bichos y los hombres y la materia,
todos forjan una propia verdad
y ninguna es mejor que la otra.
                                                                    
Se puede estar una vida reinventando un lenguaje
desaprendiendo fórmulas, desprendiéndose de un molde,
duele agachar los ojos y esquivar las estrellas
correr lejos de la sombra de dios
clavar los pies y la palabra en el suelo.
Duele la poesía que enmudece,
que quema los dedos y aprieta la garganta
y nunca se detiene, nunca asiente, nunca, nunca se deja atrapar.

Esa persecución, no es otra cosa que la vida.