Amor


Por esperarte, por evocarte
como si fueras dios en el infierno
me desvelé en las honduras de la noche
me volví sorda frente al miedo
y abracé al frío, que se hizo materia.

Por encontrar la imagen plasmada en mi memoria
desde un pasado insondable,
esa herencia intangible que trasciende al tiempo
por anhelar ungir tus labios con mi sangre,
por añorar dormir bajo la sombra de tus párpados
-el bendito descanso que me regalarías-
me embriagué de dolor,
me envicié en la tristeza
pero confiaba en que te vería llegar
y que en tus manos traerías la paz que encuentro en los amaneceres.

Pero los años fueron implacables
y pasaron sin tregua ni consuelo.
La imagen heredada en mi memoria
no encontró residencia en un objeto
y así, te eternizaste en la esfera intangible.

Por esperarte, por buscarte
me llevé las calles entre los pies,
la desesperación fue mi muleta
y la incredulidad, como una lápida prematura
selló mi corazón.

El epitafio, una palabra: “amor”.