Un siglo se cerró en sus ojos…



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Cuando el siglo se cerró en sus ojos

Ella sintió que sólo moría por segunda vez.

De la primera mujer que había sido

Sólo tenía recuerdos:

Las noches encendidas junto a su amante,

Que el tiempo fue disolviendo

Hasta que lo arrebató la muerte

Como una ola de mar solitaria y furiosa

Que destruye y arrastra.





Seis veces parió,

Seis veces sus caderas abiertas a la vida

Alumbraron el puerto de Valparaíso,

Testigo mudo

De una maternidad arrasadora:

Hijo tras hijo erosionaron su cuerpo,

Extirparon su belleza

Y una viudez temprana

Extinguió el fuego, silenció el jadeo,

Disipó el placer

Y marchitó a la hembra soñadora.





Cuando la vida instala las trampas del destino

Y los días se vuelven pesados y grises

La fe no es más que una palabra muerta

Una utopía con sabor a inocencia.

No tuvo tiempo de dudar,

Trabajó hasta agotar su mejor energía

Para batir el hambre, el frío y el dolor.

Lavó ajeno, amasó, cosió, tejió, planchó

Y agachó la cabeza frente a la realidad

Que la aplastaba como una avalancha.





Parecía que ni Dios sabía ver las virtudes

Que tuvo que aprender a golpes y caídas,

Se veía a sí misma vistiendo los harapos de la abnegación

Ella, de juventud promisoria y radiante,

Sus ojos vivaces

Sus labios insaciables,

Su cintura estrecha

Sus pechos altivos

Se habían difuminado década tras década

Anulando se esencia sin la menor piedad,

Se mutiló a sí misma,

Inútil mártir

Hasta encontrar la libertad auténtica

Dormida junto a ella en el sepulcro.