En el día del libro, recordando algo que escribí emocionada cuando llegó a mis manos uno de mis ejemplares más amados.
Desde mi cumpleaños que esperaba este libro, lo inédito de Cortázar, los "Papeles Inesperados". Hasta que por fin esta tarde compré mi ejemplar. Lo miré, lo tomé, lo sentí, lo hojeé, lo acaricié y me sentí como en éxtasis. Hace mucho que no sentía ese vértigo, esa profunda excitación, esa impresión de que algo inolvidable está a sólo unas páginas de mí, a pocas letras, palabras parisinas que por años durmieron en un cajón celosamente guardado por la viuda de quien sea quizás el más grande exponente de nuestra literatura hispanoamericana.
Y esta noche llegó el gran momento, el que esperé toda esta tarde y que me supo a eternidad: el momento de dejarme caer en mi puff verde e iniciar la lectura, no sin antes mirar la portada del libro por algunos minutos, y comprobar que ese Cortázar sin barba...
En fin, empecé a leer el prólogo, donde contaban cómo salieron a la luz estos maravillosos escritos. ¡Que hija de puta!, exclamé en voz alta y sin poder evitarlo, al pensar en la mujer que atesoró esos textos -más de 400 páginas- por un cuarto de siglo, y amándola a la vez por animarse a compartirlos, por regalarnos esta sublime experiencia de asistir, para muchos por primera vez, al lanzamiento de un libro totalmente nuevo de nuestro escritor favorito.
Pero no aguanté, a la mitad del prólogo decidí abrir el libro al azar en una página Cortazariana, pues ya mucho se ha dicho y escrito sobre él como para seguir alargando la espera. Y caí en un poema, pero ¡qué poema! Me atravesó el alma. Me sentí conectada de alguna extraña forma con Cortázar, el hombre, el que amó y se inspiró en el amor y el dolor para dar vida a un bellísimo poema llamado Blues for Maggie; ya sabrán que nombre le daría yo a Maggie... Y me sentí feliz de saber que las cosas ya están, ya fueron, "nos hicimos jugando todo el mal necesario", y la palabra clave, "necesario", que dice que tanto dolor no fue en vano, que ayudó a forjar la paz que ahora me acompaña al dormir, al despertar, al salir, trabajar, leer, hablar, jugar, soñar...
"cuando en el cielo raso tiembla la luz del alba/ya ves/y yo sigo pensando en ti/no te escribo, de pronto miro al cielo, esa nube que pasa y tú quizás allá en tu malecón mirarás una nube/ y eso es mi carta..." Y con esa simpleza y aniquiladora precisión, una vez más Cortázar me alucina, me eleva, me despierta, me resuelve, me interpreta; en el momento exacto, cual señal...
Y esta noche llegó el gran momento, el que esperé toda esta tarde y que me supo a eternidad: el momento de dejarme caer en mi puff verde e iniciar la lectura, no sin antes mirar la portada del libro por algunos minutos, y comprobar que ese Cortázar sin barba...
En fin, empecé a leer el prólogo, donde contaban cómo salieron a la luz estos maravillosos escritos. ¡Que hija de puta!, exclamé en voz alta y sin poder evitarlo, al pensar en la mujer que atesoró esos textos -más de 400 páginas- por un cuarto de siglo, y amándola a la vez por animarse a compartirlos, por regalarnos esta sublime experiencia de asistir, para muchos por primera vez, al lanzamiento de un libro totalmente nuevo de nuestro escritor favorito.
Pero no aguanté, a la mitad del prólogo decidí abrir el libro al azar en una página Cortazariana, pues ya mucho se ha dicho y escrito sobre él como para seguir alargando la espera. Y caí en un poema, pero ¡qué poema! Me atravesó el alma. Me sentí conectada de alguna extraña forma con Cortázar, el hombre, el que amó y se inspiró en el amor y el dolor para dar vida a un bellísimo poema llamado Blues for Maggie; ya sabrán que nombre le daría yo a Maggie... Y me sentí feliz de saber que las cosas ya están, ya fueron, "nos hicimos jugando todo el mal necesario", y la palabra clave, "necesario", que dice que tanto dolor no fue en vano, que ayudó a forjar la paz que ahora me acompaña al dormir, al despertar, al salir, trabajar, leer, hablar, jugar, soñar...
"cuando en el cielo raso tiembla la luz del alba/ya ves/y yo sigo pensando en ti/no te escribo, de pronto miro al cielo, esa nube que pasa y tú quizás allá en tu malecón mirarás una nube/ y eso es mi carta..." Y con esa simpleza y aniquiladora precisión, una vez más Cortázar me alucina, me eleva, me despierta, me resuelve, me interpreta; en el momento exacto, cual señal...