¿Te alcanzan los oídos para oírme?
¿Me reconocerías en tu médula si te abrieras los huesos y escaparan los siglos?
Te caíste y tu vida no es más que una caída que aún no toca fondo,
Atraviesas el tiempo y el espacio despojada de conocimiento
Por eso es que los pies no te responden
Por eso es que tus brazos aletean desesperados
Sin hallar una palabra a la que aferrarse.
Por eso tu voluntad no es voluntad
Porque estás atravesando el espiral de lo que no conoces
No sabes
Y el tiempo se estira en tu travesía
Como una trampa invisible
Tu cabeza aún no se estrella contra nada
Nada te duele
Improvisas poemas, ¡sacrílega!
La poesía es la única lengua sagrada,
sangrada
Tus piernas porfiadas indican como flechas hacia las estrellas que siempre te han mirado
Y vieron a tus padres y a tus muertos
Las mismas estrellas que registraron la eternidad en sus aureolas luminosas:
El sol fundiéndose en el mar
Las olas filtrándose entre los granos de la arena de la misma playa que bañó tus pies
El agua de esas olas penetrando sutil entre los granos innumerables,
piedras desmembradas y nuevamente desmembradas en una fragmentación perpetua, deslizándose hasta las antípodas de tu tierra.
¿Podría hablarte de algo más?
¿Comprenderías la historia que se acuna en las caderas de una mujer-aprendiz-de-mujer?
¿Cuánto te dolería si te digo que tu tiempo y tu aire y tu inquietud no son tuyas? Tuyo no es más que el eco sempiterno de gritos y gritos de dolor
explotando en tus oídos la noche del universo.