Necesario silencio


La mejor compañía es la que te da quien puede permanecer a tu lado sin decir media palabra, aquella en que la sola presencia basta y el silencio no incomoda.

¿Por qué, entonces, el silencio se hace tan esquivo y molesto? ¿Por qué a veces llegas a tu casa y automáticamente prendes el televisor, como buscando artificial compañía? Quizás porque te da miedo que el silencio y la quietud dejen que tu mente empiece a despertar, que algo dentro de ti escupa palabras silenciadas por el vendaval informativo exterior. Miedo a pensar en serio, y que ese pensamiento se vuelva perentorio, mostrándote que esa realidad de ahí afuera no es tan real ni tan definitiva.

Deja, por un momento, la vida en pausa. Escucha el silencio, despójate del ruido de la calle, el metro, las oficinas, las veredas polvorientas de pasos que no saben a dónde van. Escucha la noche callada, percibe el lejano rumor de las estrellas y escucha también el eco nuevo de tus palabras. El que no nos enseñaron a escuchar ni a transmitir. Deja que el ejercicio del silencio despliegue todo su esplendor y libérate de la imperiosa necesidad de tocar en esa orquesta siniestra de los que no callan ni escuchan.

Piérdete en un libro, mira el mar, exige tu soledad y reconfórtate en el bálsamo sagrado del silencio.