A bordo del Penúltimo tren (o la última parada de Sabina en Stgo)


Sabina cantando "Y sin embargo"

Había esperado tanto para poder salir Esta noche contigo, y tú, canalla, me regalas esa primera canción, dulce como un postre con tiramisú de limón y chocolate. Completamente obnubilada por tu voz y tu desplante, decidí dejar de ser la Virgen de la amargura y no contuve las Ganas de gritarte, una y mil veces, “gracias”, por el magnífico comienzo del concierto y ansiosa porque mis Medias negras captaran tu atención.

Mi sueño más platónico es convertirme en una de tus Aves de paso, deberías saber cómo odio a las que en los asientos traseros preguntan si las quieren o no. Si no las quieren, ¡Peor para el sol! Al fin y al cabo, siempre se encuentra algún espantapájaros bien dispuesto, caminando Por el boulevard de los sueños rotos.

Y como cada vez que en Santiago llueve, Llueve sobre mojado, lo único que queda es escuchar caer las gotas de aguas –bla bla bla bla blaaaa, bla bla-, ponerse botas y salir a la calle a bailar El rock and roll de los idiotas, si no te atreves a una extravagancia similar nunca podrás ser estiloso. Y yo quiero ser estilosa, es más, Yo quiero ser una chica Almodóvar y pasear en limusina y vivir al borde de un ataque de nervios. Y sin embargo, por muy diva, siempre se termina llorando, sin Pedro Almodóvar, sin Joaquín Sabina, sin ti…

Y resignada a ser una más de los Peces de ciudad, tomo mi abrigo, mi cartera y me lanzo a buscar a algún trovador que pregunte mi nombre y me cante Una canción para Magdalena. Se me olvida que hoy en día los trovadores escasean tanto como un buen Eclipse de mar, que los poetas están en paro y que los príncipes azules se perdieron en los campos recolectando Violetas para Violeta, no para Victoria.

Por eso, y porque Todavía una canción de amor es capaz de remover antiguas heridas, dejo mi Corazón de neón en el mismo cajón del mes de abril y me pierdo 19 días y 500 noches, en mis andanzas de Princesa decadente y fugaz. Tan joven y tan viejo, el amor ya no sabe de Noches de boda  ni lunas de miel.  

Estábamos cantando Y nos dieron las 10 y las 11, y casi, casi las 12 cuando quisiste irte tras el caso de la rubia platino y nos dejaste a todas las otras rubias, castañas y morenas, soñando Contigo. Luego volviste con otra canción, La del pirata cojo, a recordarnos la importancia de las Pastillas para soñar si queremos una buena vida de 100 años. Como yo me conformo con vivir 50, vivo casi como vives tú. Y cada vez que pisas, nuevamente Santiago, vivo aún más.

Simplemente: gracias, Sabina!