La tragedia de Alicia: El Génesis


Felipe colgó el teléfono y partió a arreglarse para ver a Alicia. Se metió a la ducha y salió pocos minutos después. Fernando, desde su dormitorio, había escuchado la conversación. No sabía por qué, pero con sus escasos 12 años, la novia de su hermano lo inquietaba. No le caía nada, nada bien.

Alicia tocó el timbre. Los hermanos estaban solos en casa. Felipe mandó a Fernando a su pieza y le ordenó no molestar. El niño se fue a regañadientes a la cocina, tomó un paquete de galletas y se dispuso a enclaustrarse.

Media hora más tarde aguzaba el oído para tratar de enterarse qué estaba pasando en la desordenada habitación de Felipe. Pero además de jadeos,  forcejeos y la leve lluvia, no escuchaba mucho más. Cerró los ojos y una expresión de horror apareció en su cara. Odiaba a Alicia. Odiaba cómo le quitaba la atención del cómplice de toda su vida. Por eso se alegraba cuando descubría las infidelidades de su hermano.

Y se las callaba.